SEGUIREMOS IMAGINANDO


Andoni Otxotorena

En el mundo digital contemporáneo, donde no existen apenas filtros externos ni -mucho menos- internos a la hora de exponer una opinión, texto o idea, abundan los escritos que deprecian actitudes, decisiones, mandatos y un interminable etcétera de factores externos que no concuerdan con ideas, valores o pensamientos propios. Todo ello acompañado de indispensables argumentos, cuyo fin es otorgar validez y autoridad a dicha tesis. 

Sin entrar a valorar la idoneidad de este contexto, todo ello nace por un impulso, tan natural como el ser humano, de valorar, en general negativamente, todo aquello que nos rodea. Evidentemente, las redes sociales forman, construyen y potencian dicha actitud, al ser la herramienta perfecta para tanto crear emisores como posibilitar receptores de ideas. Por todo ello, omitiendo esta actitud de evaluación exterior, mi deseo es -simplemente- reflexionar sobre nosotros mismos.

El mundo será uno solo, de esta manera finalizaba John Lennon su excelsa balada denominada Imagine. Una oda a la fraternidad, al compañerismo, a la libertad, al respeto y al –cómo no- amor. Esta canción describe un mundo utópico, ideal, al que -lastimosamente- nunca llegaremos. Las barreras, la violencia o la pobreza serán acompañantes eternos. Pero, sobre todo, siempre existirán personas. 
   
El pensamiento humano padece en demasía el pensamiento absolutista, entendiéndose como el perfecto antónimo de relativo. Al reflexionar sobre cualquier tema, lo observamos desde un único punto de vista, formando nuestra opinión sin dar cabida a ningún tipo de perspectiva. Este paso es inobjetable, puesto que es nuestra mente quien conforma nuestras ideas. Sin embargo, otorgamos a dicha idea una concluyente validez y una alarmante veracidad por el simple hecho de que sea propia.

Esto es, creemos poseer la verdad absoluta, cuando ésta no existe -dejando de lado verdades tales como las matemáticas o códigos éticos de comportamiento-. Cualquier afirmación que podamos pensar que es cierta, deberíamos ser conscientes de que otra persona lo puede ver de una manera diametralmente opuesta. Es una verdad subjetiva, válida únicamente en nuestra mente.
  
Continuando con el proceso, una vez formada la opinión, suele darse la colisión entre pensamientos desiguales. Este hecho, tan inevitable como necesario, pues no hay nada mejor que debatir e intentar persuadir a opiniones confrontadas, lo afrontamos de la peor manera posible, sin ningún ápice de respeto hacia quien piensa diferente. Ni siquiera nos paramos a pensar sobre las razones por las que otras personas han escogido un juicio distinto al nuestro. Simplemente la rechazamos. Cabría recordar que, tal y como decía Da Vinci, quien sabe de lo que habla, no necesita alzar la voz. Aunque para ello, es necesario saber hablar. 

El factor más agravante es que esta actitud se acrecienta ante nuestros seres queridos. La confianza es la llave mágica que abre las puertas a la discusión. Mostramos mucho mayor respeto hacia las palabras de un desconocido que a las de un amigo. A cualquier transeúnte somos incapaces de proferirle insultos o alzar la voz. Sin embargo, éstas son las principales armas ante una opinión contraria de un conocido. Totalmente ilógico, quizás tanto -o tan poco- como el ser humano. 

Con todo esto, solo espero que antes de comenzar tu siguiente discusión, tengas en cuenta este texto. Verás que no hay mayor satisfacción que el observar cómo te gritan, al son que tú les hablas. Mientras tanto, dejemos que John Lennon, allá donde esté, siga imaginando.